La palabra, la pasión y las cartas de verdad.

Fabián Casas y Viggo Mortensen

23/1/2013

FABIÁN:

Viggo – está lloviendo y volví temprano del trabajo y vi “Ordet” (“La palabra”). Me rompió la cabeza, me hizo llorar y reír. Me impactó la pendulación de la cámara y el registro teatral de las escenas, y removió en mí la fábula de Jesús. Ahora voy a tomarme un par de whiskys porque si no no voy a poder dormir. Abrazos amigo.

(“Ordet”, 1955)

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VIGGO:

Hola Fabián,

¡Qué bueno que la pudiste ver! Gran película de Carl Theodor Dreyer, el maestro danés, uno de los mejores directores de la historia. Una obra profundamente espiritual, que parece estar más allá de cualquier juicio, más allá de cualquier concepto limitado y jerárquico de la fe o la religión, que hace añicos de toda teología intolerante– tan profunda como  “La Passion de Jean d’Arc” (1928), que es para mí la mayor joya del cine mudo y una de las películas que más se acercan a la perfección en la historia del cine. He visto estas dos obras de Dreyer muchas veces. Al que no ha visto “La Passion de Jeanne d’Arc”, se la recomiendo tanto como “Ordet” (o “Vampyr”(1932) o “Dies Irae” (1943), otras películas asombrosas de este director). En esta charla seguro que terminaremos hablando de San Lorenzo, como siempre (porque el CASLA también existe en una cima más allá de cualquier juicio!), pero viendo que todavía no arrancó el primer torneo de 2013 podemos empezar con el cine de Dreyer, como no. Él nunca lo tuvo fácil. Reconocido ahora casi unánimemente por la crítica y los historiadores como un verdadero genio, Dreyer no pudo vivir de su trabajo como director. No lo entendían muy bien en su época, y pasaban años entre sus estrenos. Le costaba mucho esfuerzo conseguir dinero para rodar, y trabajaba como periodista en Dinamarca para ganarse la vida, escribiendo sobre el cine entre otras cosas. Pero era un hombre bastante terco, convencido y apasionado en su vocación de director, y nunca se dio por vencido. Escribió un guión muy bueno sobre Jesucristo, que pensaba rodar, al igual que lo hizo con la película sobre Juana de Arco, de manera realista y visceral, sin adornos irrelevantes. Lástima que murió antes de poder organizar y financiar esa producción, porque seguro que hubiera sido otra entrega de pura emoción, sin pretensiones inútiles, la mejor posible con respecto a la vida y muerte del Redentor. También escribió una adaptación de “Medea”, que no llegó a rodar. Lars von Trier, otro director danés con un talento enorme, al comienzo de su carrera adaptó ese guión para la televisión en su país. El otro día estábamos hablando vos, Lisandro Alonso y yo sobre la “Medea” de Pasolini, encarnada por la gran diva Maria Callas. La versión de Dreyer/von Trier es mucho más escueta, pero igual de hermosa. Lástima que Dreyer no pudo hacer una película cada año como lo lleva haciendo desde los ’70 Woody Allen.

(Dreyer dirigiendo a Birgitte Federspiel en 1955)

Me gustaría saber, si te interesa contarlo, lo que pensaste y sentiste al ver “Ordet” por primera vez. Mientras espero tu respuesta, me refiero a  “La pasión de Juana de Arco”. Maria Falconetti, la actríz que dio vida al personaje de la “doncella de Orleáns”, solamente trabajó esa única vez en el cine que yo sepa. Vino del teatro francés. Parece que la experiencia de hacer ese trabajo con Dreyer la dejó fundida, trastornada por las fuertes emociones que vivió durante el rodaje. Entró poco a poco en el sufrimiento y el écstasis espiritual que suponía el desafío de encarnar el personaje como lo exigió el director. Durante la Segunda Guerra Mundial se fue a Buenos Aires, donde dicen que murió sola y triste a fines de los ’40. Está enterrada en Francia, en Monmartre. Su actuación es una salvajada, con diferencia la mejor del cine mudo. Para mí que está insuperable, intocable en la película de Dreyer. Igual de transcendente o más que Meryl Streep en “Sophie’s Choice”, o cualquier otra gran actuación del cine moderno. He visto esta película unas veinte o treinta veces. No me canso nunca de sentir la pureza que transmite, me emociona cada vez más su cruda belleza. La Falconetti, en esta obra, es la mejor actriz de todos los tiempos, la más poseída por su personaje y las circunstancias que la rodean y la acosan a cada paso, la Messi del cine mundial.

(Maria Falconetti)

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FABIÁN:

Hola, amigo. Increíble, pero esta “palabra” se hace más poderosa cada vez que te escribo. Creo que lo que me impresionó de “Ordet”, al igual que me sucede con las novelas de Tolstoi es que en los grandes autores la técnica y la metafísica no se pueden diferenciar. No las podemos aislar como sí se puede hacer en obras menores. Cuando Anna Karenina lee una novela inglesa en el tren mientras mira a través de la ventana la nieve y los cambios del paisaje, Tolstoi nos trasmite -sin explicitarlo- lo que siente la mujer. Las estructuras múltiples de las historias que se narran en Ana Karenina o Guerra Y Paz se ensamblan perfectamente en el metabolismo de la novela, tanto que uno parece estar viendo la vida misma, sin estar pensando en el mecanismo o la mano del escritor que están trabajando detrás.

(Tolstoi)

Es verdad lo que me dijiste en esa carta a mí y a Lisandro, cuando empieza “Ordet” y el hermano menor se despierta en el cuarto, uno cree absolutamente en todo lo que pasa. Dreyer, ahora que me contás sucesos de su vida, su trabajo en el periodismo, lo que le costó hacer películas, todavía se me agiganta más. “Ordet” es, como bien decís, una síntesis superadora de los antagonismos religiosos.  Y no es un película que termine vaciando al mundo de misterio, al contrario, las cosas se ponen todas en estado de pregunta. ¿Por qué se salva la mujer y no el bebé? ¿Por qué debe morir la mujer para que ‘Johannes’ la pueda resucitar? ¿Por qué la nenita se ríe, cómplice, mientras su tío resucita a su madre? Esa escena me hizo llorar como un condenado pero no sé por qué. Hay algo de sobrenatural, de imposición de lo imposible que me causa rechazo en la idea de la resurrección física. Yo creo, como conjeturaban los gnósticos, que la idea de resurrección era en realidad una conversión que se daba en la vida misma. El ladrón de pelo rojo, convertido por una conversión en Malcom x, el médico Ernesto Guevara, transformado en medio de un tiroteo en el Comandante Guevara, esas cosas. Se sabe que Lázaro es resucitado pero se sabe poco de su vida posterior. Muchos relatos gnósticos conjeturan que en realidad nunca pudo soportar esa sobrevida y terminó suicidándose y no como se dice, que lo mataron porque era la prueba viviente del poder de Cristo para hacer milagros. Pero siguiendo con la peli, la calidad de los actores, la dinámica que imprime la cámara a cada objeto que tocan, a cada lugar que entran (es increíble que el sastre ‘Mikael’, entre otros, está sentado arriba de una mesa) y la forma en que toman café a cada rato (cuando terminó la película yo quería tomar café) y la precisión con que Dreyer describe a cada uno de los personajes. El médico, serio, que se lava las manos (de manera física y bíblica, como Poncio Pilatos) y que habla de su creencia en la ciencia, el pastor (que tiene en la cara algo de Lammens, nuestro presidente) que llega a la casa y es interrumpido por el monólogo de ‘Johannes’, el hijo perdido en quien se encarna Cristo. Creo que ‘Ordet’ deja una pregunta sustancial: ¿es necesario para apreciar cabalmente la fábula de Jesús que uno crea en el reino de los cielos? Yo pienso que no. Pienso que la prédica de Cristo no debe ser trascendental, que es más poderosa si se la entiende como un discurso político de igualdad y humildad dentro de los parámetros puramente humanos. Sin juicios finales ni nada de esa retórica persecutoria y policial que tanto mal hizo. Una religión real debería celebrar la oscuridad del mundo, regocijarse con todo lo que no entendemos ni vamos a entender nunca. Dreyer es un visionario, por eso no fue tenido en cuenta en su época.

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VIGGO:

Querido Cuervo,

Estoy en un avión lleno de gritos, llantos, estornudos y ronquidos después de pasar el último mes en un bosque nevado sin ver a casi nadie aparte de mis padres. Mucha gente, mucho ruido todo de golpe. Me acostumbraré, como siempre. Hace un par de horas, sentado en otro avión más chiquito, te escribí una carta de verdad. Creo que es la primera que te he escrito. A mí me gusta escribir con lapicera. Me gusta el papel. En diciembre hablábamos de las compus, y de la tecnología en general. Decías que sos de la edad de piedra en eso, y yo te contesté que las compus me inquietan pero que las encuentro útiles para mi trabajo de editor. En realidad creo que los dos nos manejamos bastante bien con ellas. Nuestras charlas para esta columna las escribimos y las armamos con nuestras compus. Imaginate lo que tardaríamos en armarlas con un intercambio de cartas físicas enviadas por correo aéreo…!

Mencionás a León Tolstoi, el gran escritor del siglo XIX. Sé que estás escribiendo un ensayo sobre él. Para la gente menos tolerante hacia el tipo de anarquismo pacifista que Tolstoi predicaba, era un loco perdido, pero para muchos — incluso Mahatma Gandhi — era un humanista ejemplar. Hubo un breve intercambio de cartas escritas en inglés entre estos dos hombres hacia el final de la vida de Tolstoi. Seguro que viste esas cartas. En mayo de 1910 Tolstoi le escribió a Gandhi para agradecerle el regalo del libro Indian Home Rule, en el cual se trata el tema de la resistencia no violenta. En esa carta, que arranca con “Querido amigo”, Tolstoi se disculpa por no poder expresar más detalladamente su reacción positiva al libro porque está enfermo.

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(carta de Tolstoi a Gandhi, escrita el 8 de mayo de 1910)

Promete escribirle de nuevo en cuanto se sienta mejor. Aunque nunca más llegó a sentirse del todo bien, Tolstoi cumplió su promesa en Septiembre de ese año, escribiéndole a Gandhi una hermosa carta sobre la inutilidad de la violencia y el valor del amor. Dos meses después murió. En la carta del 7 de septiembre habla, como lo hace Dreyer en “Ordet”, de Cristo como máximo embajador del amor, de lo que Tolstoi llama la “Ley Superior y única de la vida” “la aspiración de las almas a la comunión humana y a la solidaridad”. Es un documento tremendo. Para los que no han leído esa carta, ahí va una traducción al español (desafortunadamente no sé quién la tradujo) que encontré en internet (¿viste lo útil que puede ser la compu?:

A Gandhi, Johannesburg, Transvaal, Sudáfrica.

Kotschety, 7 de septiembre de 1910.

He recibido su diario “Indian Opinion” y me he alegrado de conocer lo que informa de los no resistentes absolutos. He sentido el deseo de expresarle los pensamientos que ha despertado en mí la lectura.

Cuanto más vivo -y sobre todo ahora que siento con claridad la proximidad de la muerte-, más fuerte es la necesidad de manifestarme sobre lo referente a lo que más vivamente interesa a mi corazón y sobre lo que me parece de una importancia inaudita. Es, a saber: que lo que se llama no resistencia resulta ser, a fin de cuentas, la enseñanza de la ley del amor, no deformada todavía por interpretaciones mentirosas. El amor o, en otros términos, la aspiración de las almas a la comunión humana y a la solidaridad, representa la Ley Superior y única de la vida. Y eso cada uno lo sabe y lo siente en lo profundo de su corazón (nosotros lo vemos muy claramente en el niño); lo sabe todo el tiempo en que permanece fuera del engaño, de la trama de la mentira, del pensamiento del mundo. Esta ley ha sido promulgada por todos los sabios de la humanidad: indios, chinos, hebreos, griegos y romanos. Ella ha sido, yo creo, expresada lo más claramente por Cristo, que ha dicho en términos exactos que esta ley contiene toda la ley y todos los profetas. Pero hay más: previendo las deformaciones que amenazan dicha ley, ha denunciado expresamente el peligro de que sea desnaturalizada por las gentes cuya vida está entregada a los intereses materiales. Tal peligro radica en que se creen autorizados a defender sus intereses por la violencia, o según su expresión, a devolver golpe por golpe, a recuperar por la fuerza lo que ha sido arrebatado por la fuerza, etc.  Él sabía (como lo sabe todo hombre razonable) que el empleo de la violencia es incompatible con el amor, que es la más elevada ley de la vida. Sabía que en cuanto se admitiese la violencia en un solo caso, la ley estaba, de hecho, abolida. Toda la civilización cristiana, tan brillante en apariencia, ha creado este equívoco y esta extraña contradicción flagrante, en algunos casos deliberada, pero más a menudo inconsciente.

En realidad, en cuanto la resistencia por la violencia ha sido admitida, la ley del amor queda sin valor y ya no puede tenerlo más. Y si la ley del amor queda sin valor, no hay ninguna ley, excepto el derecho del más fuerte. Así vivió la cristiandad durante diecinueve siglos. Por lo demás en todos los tiempos, los hombres han tomado la fuerza como principio guía de la organización social. La diferencia entre las naciones cristianas y las otras no es más que esto: en la cristiandad, la ley del amor había sido planteada clara y exactamente como en ninguna otra religión, y los cristianos la han aceptado solemnemente, aunque hayan considerado como lícito el empleo de la violencia y hayan fundamentado su vida sobre la violencia. De modo que la vida de los pueblos cristianos es una contradicción completa entre su confesión y la base que la sustenta. Entre el amor, que debe ser la ley de la acción, y la violencia, que está reconocida bajo formas diversas, tales como: gobierno, tribunales y ejércitos declarados y aprobados. Esta contradicción se ha acentuado con el desarrollo de la vida interior y ha llegado al paroxismo en estos últimos tiempos.

Hoy la cuestión se plantea así: sí o no. ¡Hay que escoger! O bien admitir que no reconocemos ninguna enseñanza moral y religiosa, o dejarnos guiar en la conducta de nuestra vida por el derecho del más fuerte. O bien obrar de manera que todos los impuestos cobrados por obligación, todas nuestras instituciones de justicia y de policía, y ante todo el ejército, sean abolidos. Durante la primavera última, en el examen religioso de un instituto de jóvenes, en Moscú, el instructor religioso primero y después el arzobispo que asistía a él, han interrogado a las niñas sobre los diez mandamientos y, principalmente, sobre el quinto: “¡No matarás!”. Cuando la respuesta era exacta, el arzobispo añadía con frecuencia esta pregunta: ¿Está siempre y en todos los casos prohibido matar por la ley de Dios?”. Y las pobres niñas, pervertidas por los confesores, debían responder y respondían: “No, no siempre, pues en la guerra y en las ejecuciones está permitido matar”. Sin embargo, una de estas desgraciadas criaturas (esto me ha sido contado por un testigo visual), habiendo recibido la pregunta de costumbre: “¿Matar es siempre un pecado?”, enrojeció y dijo decidida: “¡Siempre! Y a todos los sofismas del arzobispo, replicó inquebrantable que estaba prohibido siempre y en todos los casos matar. Eso, ya por el Viejo Testamento, en cuanto a Cristo, no solamente prohibido matar, sino hacer daño al prójimo. A pesar de toda su majestad y su habilidad oratoria, el arzobispo tuvo que cerrar la boca y la joven triunfó.

¡Sí, nosotros podemos divagar en nuestros periódicos acerca del progreso de la aviación, las complicaciones de la diplomacia, los clubs, los descubrimientos, las llamadas obras de arte, y silenciar lo que ha dicho esta joven! Pero no podemos ahogar el pensamiento, puesto que todo hombre cristiano siente como ella, más o menos oscuramente. El socialismo, la anarquía, el ejército de salvación, la criminalidad reciente, el paro, el lujo monstruoso de los ricos que no cesa de aumentar, y la negra miseria de los pobres, la terrible progresión de los suicidios; todo este estado de cosas testimonia la contradicción interior que debe ser y que será resuelta. Resuelta verdaderamente en el sentido del reconocimiento de la ley del amor y de la condena de todo empleo de la violencia. A esto responde su actitud en el Transvaal, que nos parece a nosotros en el fin del mundo y que se encuentra, sin embargo, en el centro de nuestros intereses; y es la más importante de todas las de la tierra de hoy; no solamente los pueblos cristianos, sino todos los pueblos del mundo tomarán parte en ella.

Le será tal vez agradable saber que en nuestro país, en Rusia, una agitación parecida se desarrolla rápidamente con las negaciones al servicio militar, que aumentan de año e año. Aunque débil todavía entre ustedes el número de los no resistentes y entre nosotros el de los refractarios, los unos y los otros pueden decirse: “Dios está con nosotros. Y Dios es más poderoso que los hombres. En la profesión de fe cristiana, aun bajo la forma del cristianismo y en la creencia simultánea de la necesidad de ejército y armamentos para las enormes carnicerías de la guerra, existe una contradicción tan manifiesta que debe, tarde o temprano –probablemente demasiado temprano- manifestarse en toda su desnudez. Entonces será preciso, o bien aniquilar la religión cristiana, sin la cual, sin embargo, el poder de los Estados no se podría mantener, o suprimir el ejército y renunciar a todo empleo de la fuerza, que no es menos necesario a los Estados. Esta contradicción es observada por todos los gobiernos, tanto por el de ustedes, británico, como por el nuestro, ruso; y por instinto de conservación, ellos persiguen a los que la descubren, con más energía que a toda actividad enemiga del Estado. Nosotros lo hemos visto en Rusia y lo vemos por lo que publica su periódico. Los gobiernos saben muy bien dónde está el más grave de los peligros que amenaza, y no son solamente sus intereses los que ellos protegen tan vigilantes. Ellos saben que combaten por el ser o no ser.

León Tolstoi

(Mahatma Gandhi)

No me había dado cuenta cuanto había bajado mi producción epistolar con papel y lapicera. Antes escribía y enviaba todo tipo de mensajes en tarjetas postales que había coleccionando en mis viajes por el mundo — algo bastante normal hace tan solo diez años — y también cartas escritas sobre recortes de diarios y revistas, sobre multas, menús, envolturas de chocolates, manuales de cualquier cachivache, papeles de viejos hoteles, fotos de jugadores del CASLA… siempre me gustó imaginar a las personas que recibirían mis cartas, y pensar en los aviones, los camiones y las manos extrañas que transportarían esos mensajes de un lado a otro. Los aeropuertos, las terminales de correo, los miles de kilos de otras cartas que acompañarían a las mías de día y de noche, y sobre todo el elemento de suerte que influiría en el viaje de esas palabras frecuentemente escritas sin mucha reflexión. Para mí es hermosamente decadente y viva la experiencia de escribir una frase sencilla como “Mañana te besaré, pero esta carta llegará días después de ese beso”, y pensar que por la poca plata que cuesta una estampilla esas palabras inocuas escritas en un boliche de una aldea de montaña pueden llegar a cualquier otro lado del mundo tarde o temprano — capaz que al buzón de una pieza oscura en un edificio enorme de una gigantesca e impenetrable ciudad —  después de pasar por tantos relevos humanos, maquinas, puertos, temperaturas, amaneceres, tarde o justo a tiempo, esquivando revoluciones y asesinatos, cagadas de gaviotas, palomas, ratas, arañas, siendo perfumadas por tormentas de primavera… son innumerables los destinos de las innumerables cartas que se han escrito durante siglos por infinitas razones. Como el mensaje que se mete en una botella que se tira al mar, puede o no llegar, pero habrá viaje. Eso nunca puede ser lo mismo con la compu, porque normalmente no trae mucha aventura lo de enviar o recibir un email. Es cierto que los emails de 1998, 2001, 2008, 2013 o de cualquier momento en cualquier idioma también tienen su cosa, su interés histórico, pero la carne y  hueso del rumbo de una carta de verdad que nos arriesgamos a enviar requiere siempre un pequeño milagro para llegar bien a su destinatario. Pensar en ese milagro, participar en él, te hace hincha de la vida. Supongo que tarde o temprano morirá el correo físico, morirán las cartas como casi han muerto las fotos que provienen de procesos analógicos. El mundo digital es divertido, rápido, útil, permanente. No me quejo con respecto a los avances tecnológicos. Aprecio y practico el trabajo manual, pero no soy del todo ludita ni perdidamente nostálgico. Me gusta trabajar en el huerto o el jardín, construir y arreglar cosas con mis manos, limpiar con escoba y trapo, lavar platos con cepillo y jabón. Y también me gusta escribirte ahora con mi compu, buscando imágenes en la web cuando me acuerdo de un libro, una película, un gran mediocentro de antaño. Son cosas aparte, y todo es interesante, todo fluye.

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FABIÁN:

Me quedé con eso que decís de que tal vez la correspondencia en papel – física – termine por dejar de existir. Es verdad. Creo que con ese pronóstico toda una sensibilidad, una forma de ver el mundo toca a su final. Uno mira una estrella y la luz que ve quizá ya no tenga a la estrella que la respalde, es decir, que la estrella que la emitió hace miles de años ya no existe. Con la llegada de una carta puede pasar lo mismo. Pero esa precariedad, ese momento inestable de la realidad, es la que hace que las cosas sean encantadoras y peligrosas. El mundo ordenado, sincrónico y perfecto es para las propagandas distópicas de las empresa de celulares. Como te conté, hace dos semanas que estoy en mi casa solo, con mi perra Rita como única compañía, Guada y Ana se fueron al sur y yo estoy trabajando contra reloj para escribir un ensayo sobre Tolstoi que tengo hace rato en la cabeza. De manera que todas las mañanas durante varias horas, entro en el mundo encantado del Conde y me paseo en carretas, patino bajo la nieve con Kitti y releo novelas inglesas con Ana Karenina mientras esta viaja de nuevo a su casa después de haber estado coqueteando con Vronski. Tolstoi le dijo una vez a Gorki: “El hombre puede soportar hambre y guerra, pero la tragedia principal es la tragedia de la alcoba.” Y Ana Karenina en primer plano y la Sonata Kreutzer en otro, son relatos que orbitan esta condena. Ayer, hablando de estos temas con un periodista francés, entusiasmado, hice una comparación entre Flaubert y Tolstoi. Le dije que el genio de Flaubert era más perfecto, su novela Madame Bovary, es un prodigio de relojería, pero Tolstoi es amorfo y más poderoso. Flaubert, al igual que Bielsa, quiere que todo sea puro sistema, pura música, por eso a Bielsa le molesta la personalidad real de los jugadores. Tolstoi, en cambio, le da un toque de vida hasta a un personaje pequeño y secundario como un mozo de cuadra que sirve a Vronski. Cuando hicieron “Lost” necesitaron 100 guionistas para las variantes rizomáticas de la serie. Tolstoi, en cambio,  maneja él solo más de 600 personajes en Guerra y Paz! Me quedo esperando la carta en pelpa, Cuervo.

PD: cuando leemos a Flaubert, no podemos dejar de leer a Flaubert, cuando leemos a Tolstoi no podemos dejar de leer la historia genial que se nos cuenta.

(Gustave Flaubert)

Genial la carta de Ghandi Viggo! Ayer por la noche vi al CASLA practicando la no violencia en la cancha, un partido malo bajo una lluvia total.

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VIGGO:

Y…sí. Menos mal que Migliore atajó el penal en la primera parte porque si no la Batalla de Salta podría haber terminado siendo la Matanza de Salta…

A ver si la cosa va mejor en Resistencia, en el nuevo Estadio Centenario de Sarmiento. Me gustaría mucho poder estar en Chaco para ver ese partido. En mi infancia pasé un tiempo cerca del Río Bermejo. Cuando pienso en el Chaco y el fútbol pienso en Enrique “Sapo” Chazarreta (“Negro” le decían en Boedo), que fue Carasucia, Matador Campeón, miembro de la Selección en el Mundial de 1974, y tal vez el mejor jugador que haya salido de Resistencia.

(los hermanos Chazarreta)

En los ’60 los equipos grandes de Primera iban mucho al norte para jugar partidos de pretemporada, y el CASLA siempre tuvo un vínculo especial con el Club Atlético Sarmiento, fundado en Resistencia en 1910. El Sapo y su hermano Pedro vinieron de ese club, nuestro rival este viernes para la Copa Chaco de Verano, y los dos fueron campeones con San Lorenzo. El técnico actual del Decano (o el “Aurirrojo”), invicto en el Argentino B, es el formoseño Raúl de la Cruz Chaparro, quien también fue miembro del San Lorenzo campeón de 1972. La hinchada de Sarmiento tiene garra, y su equipo dará mucha pelea el viernes. Si la defensa de San Lorenzo juega en Resistencia como lo hizo en Salta va a ser una noche muy larga para el Ciclón.

(Club Atlético Sarmiento)

Una cosa más: como Sarmiento lleva los mismos colores que el Galatasaray de Turquía, informo que este domingo se juega el clásico de la Superliga Turca entre ese equipo y el Beşiktaş. Capaz que los que leen esta columna se acordarán de lo que conté sobre las Águilas Negras del Beşiktaş, club del que me hice simpatizante y donde pude contagiar a muchos de sus hinchas con la fiebre sanlorencista. El Galatasaray, que tiene de arquero al uruguayo Fernando Muslera, recién incorporó al desequilibrante jugador holandés Wesley Sneijder. El equipo aurirrojo va primero en la Superliga, seguido por el Beşiktaş que tiene dos puntos menos, así que este clásico es un partido muy importante.

Según Sneijder, una de las personas que le aconsejó irse de Italia a Estambul a jugar para los “Leones” fue José Mourinho, su anterior técnico en el Inter de Milán. A ver si esta no termina siendo otra desafortunada declaración del portugués. O sea que este fin de semana apoyo con todo a los Cuervos y las Kara Kartallar (Águilas Negras) contra los Aurirrojos de Chaco y Estambul.

(Beşiktaş Jimnastik Kulübü)