Viggo Mortensen y Fabián Casas
18-26/7/2015
VIGGO:
Buen partido anoche de San Lorenzo, ganándole 3-0 al Arsenal de Caruso Lombardi. Con los primeros dos goles en el primer cuarto de hora la cosa estaba bastante bien encarrilada. Lindo verlo marcar de nuevo a Cauteruccio. Aun teniendo la ventaja en el marcador, me hubiera gustado que el CASLA siguiera presionando arriba todo el segundo tiempo, atacando siempre en vez de dejarle, poco a poco, la pelota y el medio campo al rival. Es ahí donde, a mi ver, el Patón no solo arriesga a que el otro equipo recorte distancias con un gol, pero creo que es malo acostumbrarse a replegarse. San Lorenzo jugó bien y todo salió de maravilla esta vez, pero prefiero el juego ofensivo sin especulación ni piedad. Pero el primer tiempo sí que fue lindo. Villalba por la derecha a veces era imparable. Buffarini es el Panzer más rápido que existe. Y el Pipi Romagnoli también arrancó muy bien en ataque, con lindos pases, incluso el que le dio a Cauteruccio para su gol. A ver si el nuevo Boca de Tévez nos sigue el ritmo hoy. Y ojo con Belgrano, que también ganó ayer y ha mostrado ser uno de los equipos más consistentes del torneo.

Una cosa de la que no hablamos fue la final del Mundial femenil en Vancouver. El equipo de los EE.UU. goleó a las campeonas japonesas con una muestra de fuerza, agilidad y buena puntería. Carli Lloyd hizo un hat-trick, y podría haber metido cinco ella sola. Uno de sus goles lo metió desde la mitad de la cancha al ver que la arquera Kaihori se había adelantado demasiado. La exhibición de las norteamericanas fue impresionante, casi de escándalo.

Acá ese golazo de Lloyd:
https://www.youtube.com/watch?v=oE9AxhAdieI
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FABIÁN:
Querido Cuervo,
Acá hace una semana estoy solo con los chicos porque Guada se fue a México a trabajar en una clínica un guión que escribió para una peli. Cuando la llevaba al aeropuerto, me dijo: “Disfrutá esta semana solo con tus hijos.” Pensé que me estaba cargando. Después me acordé de un documental sobre los beatniks que vi donde entrevistaban a Allen Ginsberg un día antes de palmarla y él decía: creí que iba a estar desesperado pero estoy eufórico. Me pasó lo mismo cuando finalmente quedé solo con los chicos. Me entusiasmé y le puse garra y hoy lo estoy disfrutando a pesar del cansancio que da hacer todas las cosas de la casa -bañarlos, cambiarlos, alimentarlos, dormirlos, jugar con ellos- y además ir a dar mis clases y hacer mis cosas. Me dio una gran alegría el partido que jugó el CASLA contra Arsenal, que siempre es un equipo que te envenena la tarde. Ganamos con altura y a diferencia de lo que decís vos, no me pareció que el equipo se metiera atrás, al contrario, siguió atacando sin parar. Ahora mientras te escribo viene Anita y me dice: “Papá ¿me ponés esto?”, y me da una muñeca y me pide que le ponga una ropa que no entra ni a cañón. Le digo que no la sé poner y se enoja y se va. Sigo. Ahora escucho que el bebé que dormía en el carrito en el dormitorio nuestro, se despertó. Tengo preparada en la cocina polenta para darle y pera. Come mucho. Hoy no pude tomar el whisky de la tarde frente al gran ventanal de la casa viendo la caída del sol que es algo que me fascina. Ese momento es solitario y de alguna manera me prepara para las vicisitudes de la noche -bañar a los críos, darles morfi, dormirlos. James Ballard perdió a su mujer en unas vacaciones y se quedó con los tres hijos muy niños a su cargo. Él recuerda ese momento como una gran tragedia pero después, cuando se sobrepuso, dice que pasó con sus hijos los años más felices de su vida, que los hijos lo educaron, lo pusieron en su centro. Y entre baños y platos de comida y llevarlos y traerlos del colegio, escribía cuentos y novelas. Me gusta mucho la obra de Ballard, sobre todo la menos de ciencia ficticion: La bondad de las mujeres, El imperio del sol, su autobiografía final. También me gusta Crash. Pero creo que su obra magna, sin duda, fue criar a los hijos.

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VIGGO:
Muy lindo lo que decís de Ballard y su familia. Veo que te está gustando cada vez más lo de tener dos hijos, hermano. Que vas encontrando la manera de incorporar las tareas cotidianas para cuidarlos en tu pensamiento creativo. Sos un papi bueno y seguro que muy divertido para ellos. La vida es un desgarro y una caja de sorpresas a la vez, y vos siempre encontrás la manera de afrontar esta contradicción en tu trabajo como escritor y en tu forma de comunicarte con tus amigos.
Cuando me refería a lo de meterse atrás y buscar el contraataque con respecto al partido del CASLA contra Arsenal, estaba hablando de lo que hizo el equipo en la segunda mitad, cuando ya tenía la ventaja bastante segura en el marcador -una táctica bastante normal y lógica en tal situación. Solo decía que a mí como hincha, no me gusta nunca esa lógica porque yo siempre creo en el ataque total, arriesgando siempre. Por eso no soy D.T., ya que seguramente perdería muchos partidos con ese tipo de planteamiento, pero ¡perderíamos jugando un fútbol muy guapo! Ya sabés como soy con eso. Pienso en los grandes jugadores históricos de San Lorenzo, y especialmente en los equipos de mi infancia como los Carasucias y los Matadores. Hace rato que me di cuenta, como adulto, de que no siempre atacaban los equipos de San Lorenzo en los ’60 y comienzos de los ’70, pero los recuerdo así. Como dijo Jacques Lacan, “La verdad tiene estructura de ficción”, y mi “verdad” con respecto al fútbol clásico de San Lorenzo tiene estructura de ataque kamikaze.

El retorno del Apache a Boca fue, en lo futbolístico, poco dramático. Pero el hecho de que este jugador, cuando está en su apogeo en la liga de Italia, saliendo campeón y máximo goleador los últimos dos años, elija volver a jugar para el equipo de sus amores por un sueldo inferior y en una liga evidentemente dañada por la violencia y la corrupción institucional, también tiene estructura de ficción. Muchos jugadores importantes hablan de volver de Europa para jugar con su equipo de origen en la Argentina, pero nunca o casi nunca lo hacen cuando están en su mejor momento. Vuelven lesionados y/o ya demasiado viejos para poder jugar a un alto nivel. Tévez, a mi ver, ha hecho algo muy inesperado, ha tomado una elección de inusual pureza moral. Quería volver cuando podía aportar algo serio a la Bosta, y lo hizo. Admirable.

Hay un torneo de selecciones nacionales que se llama la Copa de Oro. Es como la Copa América, pero de la CONCACAF, que incluye los países de Norteamérica, América Central y del Caribe. Casi siempre gana esa copa la selección de México, y las otras veces la de los EE.UU.. Para México es tan importante este torneo que mandaron un equipo repleto de suplentes a la reciente Copa América que se jugó en Chile. Sé que no te importan mucho los torneos de selecciones nacionales, pero te hablo de esto porque ayer vi un robo descarado y otro partido con estructura de ficción. Panamá jugó con valentía y un fútbol mucho mejor que el de México en una de las semifinales, pero el referí se equivocó seriamente al echar a dos de los panameños y al pitar penales contra ellos. A pesar de la mortal torpeza arbitral que tanto favoreció a una Tri sin ideas, Panamá casi se lleva la victoria. No pararon nunca de atacar. La verdad es que los mexicanos han llegado a la final con un fútbol bastante pobre, y con más de un partido controvertido en lo del arbitrage. El partido de cuartos de final entre Costa Rica y México también fue muy raro, con decisiones arbitrales malísimas a favor del equipo azteca. Huele un poco a corrupción FIFA-style, pero también puede ser que la calidad de los árbitros y jueces sea muy baja en la CONCACAF, qué sé yo. En todo caso, México no está mostrando mucho más, con lo que se supone que es su mejor plantel, de lo que mostró en la Copa América. El otro gran favorito, el EE.UU. de Jürgen Klinsmann, fue sorprendentemente eliminado por Jamaica. Diría que fue un resultado insólito, aunque los jamaicanos han estado jugando muy bien últimamente. Ya habían mostrado en Chile, a diferencia de los mexicanos, que tenían un fútbol divertido y agresivo, con buen nivel técnico. Estos sí que se merecen estar en la Final de la Copa de Oro. Espero que ese partido no se manche con otra dudosa actuación arbitral.

Hablando de ficciones, estoy leyendo un libro de la poesía que escribió Max Aub en la prisión de Djelfa, Argelia, durante 1941-42, y después en otros lados. Seguro que conocés el trabajo de Aub. Se ha demostrado que él inventó muchas cosas, que no todos los poemas de esta colección llamada Diario de Djelfa fueron escritos en ese lugar y en ese momento, aunque él sí pasó un rato ahí y en otras prisiones en Francia durante los comienzos de la Segunda Guerra Mundial. La base de sus experiencias reales reside en los poemas, que son muy buenos y muy directos, pero contienen mucha ficción también. Y no importa para nada que sea así, que este poeta se haya inventado y reinventando un personaje para un brutal diario de supervivencia. Es lo que hacemos los seres humanos, y tal vez todos los animales. Tenemos recuerdos que nos dan miedo o que nos reconfortan, y nos contamos miles de cuentos durante nuestras vidas para sobrevivir y sentir que existe una lógica, un hilo narrativo con la capacidad para explicar y unir nuestras aventuras y desventuras. Aub, un judío nacido en Francia y criado, desde los once años, en Valencia (por eso escribió en castellano), sufrió los castigos absurdos del fascismo y el antisemitismo, pero aguantó la memoria de esos tormentos con su imaginación poética. Mientras estuvo en Djelfa, y después, durante su exilio mexicano, transformó las muertes de sus compañeros de prisión y las penas compartidas con ellos en flores salvajes y yuyos insistentes. En el Diario de Djelfa hay un poema que contiene estas líneas que funcionan como una especie de canción de cuna:
“…Mañana no es futuro, es en seguida;
mañana es casi ahora, y hora ida;
tan sólo nos separa un sueño vano,
que mañana se toca con la mano.
Duerme, duerme, mañana será todo,
que tú eres tú y mañana es un apodo.”

Para el funeral de mi madre, como te conté, escribí un poema el mismo día de la ceremonia, el 8 de julio. Lo hice en mi auto alquilado a las 3 de la mañana, porque no podía dormir y había mucha gente -primos y amigos de la familia- en la casa de mi madre. Quería estar solo esa noche, para estar con mi madre, y la única manera era salir de la casa y meterme en el auto. Quería escribir y recordar lo que ella fue y lo que ella sufrió con su demencia y su mal de Parkinson, y sobre todo su manera de superar las limitaciones y dolores que le trajeron esas enfermedades. Aunque fuera de manera muy sencilla, quería hablar de eso y no simplemente de un pasado idílico de una mujer generosa y bella.

Te paso lo que escribí para acordarme de ella. Mi verdad reconstruida, en ese momento, cuando la imaginaba a mi lado:
Remembering Grace
Forgetting is awful
until we forget
that we have
forgotten.
We might
imagine
that
forgetting
is like that,
that it
can finally be
its own blessing.
Surely there
are many
here today
who’ve gradually
witnessed
the disappearance
of thoughts
and names
and friends
and loved ones
and numbers
and things
ever so near
ever so simple.
Perhaps you’ve
even experienced
this forgetting
in yourself.
Grace,
our mother
our grandmother
our aunt
our sister
our wife
our friend
never forgot
the meaning
of one particular word,
though,
even after
she could
no longer
pronounce it.
This word
gradually became
a shorter
and shorter sound,
until it often
was no more
than a look in her eye,
a look of concern,
of surprise
or,
on her best days,
one of unguarded
girlish joy.
The search for this word,
the glimpses of it,
however brief,
seemed
to tell
of so urgent
a need to know
what might evoke
the vital,
persistent,
reassuring,
and at times astonishing
feeling she carried
so close to the surface
of her waking moments
that the quiet
hum in her chest
would finally
carry to her lips
with faintest vibration
the memory
of the sound
she longed for.
In the end
as in the beginning
she always held
within her
just the right tone,
that one word
for all things —
not your name
or mine
not her mother’s
nor her father’s
nor that of any living thing,
of any object or place.
To her lasting
credit, that word
was “love”.
When she could
still sound it out
cleanly
it might come in a phrase:
“I love you”
or
“love you too”
or
later on
simply as
“too”
or
“you”
and finally only
as a whisper’s echo,
a single note,
a syllable hung out gently,
an exhalation,
offered timidly,
disintegrating
as it came to her
in a blink,
passing across
her remarkably
unlined brow
for one
soothing
instant,
dilating her pupils
as she rested
her head
against the comfort
of smiling,
or nearly smiling.
It was necessary
to remember
that word
“love” —
the most important
of words
to her
next to
“thank
you” —
to see beyond
that word,
to its origins,
to know you
and know me
to know herself together with us
to know somehow,
if fleetingly,
right until
the last day,
until that last
understanding gaze
she offered you,
that last
faint
pressing
of her fingertips
against yours,
that furtive
parting glance
and purposeful intake
of breath.
The need to
own that word
was more telling
than her
native courage
and dignity,
more admirable
than
her instinctive
curiosity
and concern
for others —
more telling
than
all these things,
and yet
it embodied
all of them
at once.
We are gathered here
today
because
of that word,
because
she taught us
its meaning.
Thank
you.

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FABIÁN:
Es una imagen genial la del hijo encerrado en un auto, fuera de la casa donde sus familiares están viviendo por el entierro del ser querido. Y ese hijo escribiendo un poema. Se podría empezar una película con eso porque la acción, la imagen, tiene un gran poder ontológico. El poema es hermoso, y ¡me llamó la atención lo parecida que era tu madre a vos! Te quiero, hermano.
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VIGGO:
Gracias, Cuervo.
En septiembre voy a leer “La tierra baldía” de T.S. Eliot en la British Library, en Londres, para ayudar a celebrar el centenario de ese poema. Me lo pidió la editorial de Eliot, Faber & Faber, porque hace un par de años les grabé una versión del poema que parece haber gustado. Me ofrecieron el 11 o el 18 de ese mes. Elegí el 11 de septiembre por la asociación reciente con el ataque terrorista de 2001 en Nueva York y el de 1973 en Santiago de Chile con esa fecha. El poema habla, entre otras cosas, del quilombo de la Primera Guerra Mundial y de la tormenta dantesca que se ha armado el hombre moderno con su comportamiento salvaje hacia sí mismo y hacia la naturaleza. Al leer el poema de nuevo esta mañana quedé especialmente impresionado con la manera de aguantar o contener el dolor que tiene la escritura de Eliot. El dolor me afecta más, me llega más, por ser contenido. También tiene muchos momentos absurdos y algo graciosos el poema. Como la novela Ulises de Joyce, “La tierra baldía” es un rompecabezas con mil referencias literarias y mitológicas. No llego a entender todo -de ninguna manera- pero me gusta cómo suena el poema de Eliot, el ritmo que tiene al ser leído en voz alta. Lindo misterio.

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FABIÁN:
Hola Cuervo: Sí, hermoso “The Wasteland”. Fijate que Eliot hizo lo mismo que Joyce, que tomó la estructura del mito para analizar la realidad contemporánea. Me impresiona y me pega más “The Wasteland” porque en el Ulises uno se tiene que hacer irlandés para comprender cabalmente el libro, y en el largo poema de Eliot eso no es necesario. Tengo cosas flotando en la cabeza de ese poema que siempre vuelven, el taxi que espera detenido en la puerta a una chica, la chica comiendo comida enlatada o algo así, esta frase: Cada uno en su prisión piensa en la llave. O la inversión que se da ni bien empieza el poema: abril, la primavera, vista como la crueldad de la naturaleza. Acá son las 11 de la mañana. Saqué a pasear a Julián y a Rita, volví, bañé a Julián y le di la mamadera, ahora duerme. En breve salgo a buscar a Anita que está en la casa de una amiga desde anoche y me pidió que la lleve al zoo. Voy a ir un rato, en el medio, al estudio donde los Babasónicos están grabando un disco. Paso por ahí algunas tardes y me distiendo con ellos. Tienen una gran onda. Anoche, después de darle de comer a Julián y dormirlo, y de comer yo unos zapallitos rellenos, me tiré en la cama y prendí la tele. Estabas vos extorsionando al hijo de Kirk Douglas, y me dio gracia que tu personaje tuviera puesta una campera canadiense. Tengo una igual en mi ropero, no le gusta a nadie, salvo a mí, y me acompaña mudanza tras mudanza.

P.D.: En Chile al los terrenos baldíos se les dice sitio eriazo. Me encanta eso. Así que ¡the wasteland sería un sitio eriazo!
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VIGGO:
Hoy volvía en tren con Ari y sus hijos desde el norte de Cataluña a Madrid, y le puse música de mi compu a Léo con auriculares. Varios de los temas eran viejas canciones de los Babasónicos justamente -¡qué chiquito es el mundo! A Léo le gustaron las del disco Babasónica. También le puse dos temas de Bestia Bebé y varios de los Ramones y Velvet Underground.

Te paso un pedacito de la grabación que hice de “The Wasteland” para Faber & Faber hace unos cuatro años. Es lo único que pude encontrar en internet. Creo que la grabación entera se compra para descargar de alguna manera, ni idea:
http://lagudb.com/download/lagu/13969934/viggo-mortensen-reads-the.html
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FABIÁN:
Fijate en esta parte del “Sermón del fuego”: “Una rata se deslizó suavemente entre la vegetación/arrastrando su panza fangosa por la orilla/mientras yo pescaba en el turbio canal/ una tarde de invierno por detrás de los gasómetros/ meditando sobre la ruina de mi hermano el rey/ y sobre la muerte de mi padre el rey antes de él”. Y la versiono: “Una tarde de invierno detrás de El Gasómetro, pensando en la ruina de mi hermano El Globo ….”

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VIGGO:
Menos mal que sos Cuervo, y que leés a Eliot, porque si no me preguntaría si no sos medio pelotudo. Te quiero mucho, hermano.
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FABIÁN:
Ahora me diste ganas de volver a leer a Eliot. Agarré “La canción de amor de J. Alfred Prufrock”, que tengo en inglés. El tono de los versos y la música son geniales.
P.D.: Me estoy yendo al aeropuerto a buscar a Guada.
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VIGGO:
Dale, Campeón. Besos a todos.