¿Qué es el amor?

VIGGO MORTENSEN Y FABIÁN CASAS

24/11/2011

VIGGO:

Hola Fabián,

La derrota contra Unión. Otra que tendremos que aguantar y superar. Se fue el técnico y pasamos página. A ver hacía donde vamos. El Turco hizo lo que pudo, pero no le salieron las cosas. No tuvo nada de suerte. Pensaba que no podíamos estar peor que el día después del partido contra Tigre en el torneo el pasado cuando renunció Ramón Díaz. Estuve en la cancha ese día y lo pasamos muy mal. Ahora estamos peor. Hay que sacar chapa, y punto.

Como te decía al final de nuestra última charla, pensaba que podíamos hablar del amor. Preguntarnos, tal vez, ¿qué es eso? Sabemos que podemos amar a alguien o a algo. Se puede amar a la vida, a una madre, a un hombre, una mujer, un gato, al fútbol, al éxito, al dinero, hasta al sufrimiento del que uno pueda percibir como enemigo. Nos puede hacer bien el amor, hacer bien a los demás, o puede causar mucho dolor en uno mismo y en las vidas ajenas cuando llega a ser una obsesión. Como dice la canción “Envidia” de Amarodi y Canaro, “…la que causa más dolor / es la envidia por amor…”

Empiezo hablando de Luis Monti. Hace unos días vino una mujer argentina a ver “Purgatorio”, y la conocí después de la función. Era una Monti. No recuerdo cual era el vínculo familiar. Creo que dijo que era nieta de ese monstruo cuervo, pero puede haber sido su hija. Ella me preguntó varias veces si de verdad sabía quién era Luis Monti. Yo le dije que sí, que sabía que había salido al menos dos veces campeón con San Lorenzo, incluso en 1923. Que había jugado en mundiales para Argentina y, como lo han hecho varios argentinos con la doble nacionalidad, para Italia. Yo tengo una foto de ese equipo campeón de Argentina del ’23, enmarcada, en mi camerino de teatro. Me la regalaron, junto con una foto de nuestro fundador Lorenzo Massa unos miembros de la peña “Osvaldo Soriano”, los hinchas más cuervos de Madrid (luego te cuento sobre su visita reciente al teatro para ver “Purgatorio”). Me he enterado desde ese encuentro fortuito con la señora que Luis Monti salió 3 veces campeón (el de 1923, 1924, y 1927) con San Lorenzo. ¡Lo que no sabía es que primero salió campeón con Huracán, en 1921! También fue campeón con la Juventus de Italia 5 veces entre 1932 y 1938. Después fue técnico entre 1939 y 1950, casi siempre en Italia (con la Juventus y el Varese en plena guerra mundial, por ejemplo). Entre 1947-48 fue técnico de Huracán, y después volvió a Italia para terminar con el Pisa. Fue Monti el que marcó el gol de la victoria en el primer partido de Argentina en un mundial, la victoria ante Francia en 1930 por 1-0. ¡Primero la metió Monti de San Lorenzo de Almagro para la selección, y después Maradona y todos los demás!

Estas son descripciones que encontré de lo que paso en el Grupo A de ese mundial, en el que figuraban Argentina, Chile, Francia, y México, y en las semifinales y la final:

Grupo A

Este grupo fue el único con 4 selecciones, Argentina, Chile y México (los otros tres grupos tenían 3 equipos cada uno). Dos días después de la victoria de Francia sobre México, se enfrentaron con uno de los equipos favoritos del grupo, Argentina. Durante el encuentro las lesiones en sus jugadores afectaron a Francia, el portero Alex Thépot dejó el campo a los 20 minutos y Laurent (el jugador que había metido el primer gol del mundial contra México), después de una dura entrada de Luis Monti, estuvo cojeando la mayor parte del partido. Francia permaneció casi todo el encuentro, pero en el minuto 81 Monti anotó de falta. A 6 minutos de finalizar el partido, el árbitro Almeida Rego silbó erróneamente el final del encuentro cuando el francés Marcel Langiller tenía una clara ocasión de gol. Francia había jugado dos veces en 48 horas, mientras que Chile todavía no había disputado su primer partido. Al día siguiente se enfrentó a México, ganando 3-0.

En el siguiente partido del grupo, entre argentinos y mexicanos, se produjo el primer penalti de la competición. Finalmente el árbitro boliviano Ulises Saucedo anunció 5 penaltis, algunos de ellos dudosos. Guillermo Stábile marcó un triplete en su debut internacional con Argentina y ganaron 6–3 a pesar de la ausencia de su capitán Manuel Ferreira, que había vuelto a Buenos Aires para realizar un examen. La clasificación final se decidió en el partido que enfrentó Argentina y Chile, ya que ambos habían derrotado a México y Francia. Hubo problemas durante el encuentro debido a una falta de Monti a Arturo Torres, pero finalmente Argentina se impuso por 3-1 y accedió a semifinales.

Semifinales

En esta fase se enfrentaron en el primer partido Argentina y Estados Unidos. La primera parte terminó 1-0 con gol de Monti para los argentinos. Los estadounidenses no se destacaron tanto en la segunda parte y fueron derrotados finalmente por 6–1. En la segunda semifinal se enfrentaron los anfitriones ante Yugoslavia, que logró adelantarse en el marcador gracias a un gol de Sekulic. Sin embargo, Uruguay reaccionó y consiguió ganar 6-1 con un triplete de Pedro Cea.

Final

La final se realizó en el Estadio Centenario el 30 de julio. Las puertas del estadio se abrieron a las 8:00h, seis horas antes del inicio del partido, y ya al mediodía estaba lleno. La asistencia oficial registró 93.000 espectadores. Debido a la tensa situación causada por los hinchas argentinos, el colegiado belga John Langenus exigió precauciones policiales excepcionales. Se estima que entre 10.000 y 15.000 argentinos hicieron el viaje hasta Montevideo para presenciar la final. Cada equipo quería jugar con su propio balón por lo que el árbitro lo resolvió lanzando una moneda al aire. La final se jugó con el balón argentino, pero también hay fuentes que aseguran que la primera mitad se jugó con la pelota argentina y la segunda con la uruguaya.

El árbitro John Langenus, aceptó pocas horas antes el encargo y con la condición de disponer de un barco en el puerto una hora antes del anuncio final, en caso de problemas de seguridad. Uruguay hizo un cambio en su alineación con respecto a la de las semifinales y Castro sustituyó a Anselmo, que estaba enfermo. El partido acabó 4-2 a favor de Uruguay (que iba perdiendo 2-1 al acabar el primer tiempo) y se adjudicaron el título de campeones del mundo. El día posterior a la final fue declarado fiesta nacional en Uruguay. En Buenos Aires, por otro lado, la policía tuvo que disparar a una muchedumbre furiosa que intentaba asaltar la embajada uruguaya.

(Estadio Centenario)

Como ahora, Uruguay tenía entonces un gran equipo. Había sido campeón olímpico en 1924 y 1928 antes de ganar este primer mundial organizado por la FIFA. Hasta 1930 se reconocía al campeón olímpico como campeón mundial.

(Uruguayos campeones con Gardel en 1930)

Monti era un jugador talentoso, pero durísimo en la cancha. Piola, valiente, pero también, dicen algunos, brutal. Me parece que lo más interesante históricamente fue lo que le pasó con los tanos, las amenazas indirectas de Mussolini y sus encargados de fomentar el éxito deportivo de ese gobierno fascista durante la década de los 1930. Lo convocó Vittorio Pozzo para jugar en el mundial de 1934 en Italia, y salió campeón con la Squadra Azurra. Esto es lo que se puede leer en la página web de “San Lorenzo Está Encantador”:

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Luis Monti, El superviviente de Mussolini

La vida dicen que es una carrera en la que normalmente suele ganar el más fuerte. Aquel que pese a recibir muchos palos, sabe levantarse y seguir adelante. Un ejemplo de ello es Luis Monti, posiblemente el único jugador de la historia que nunca hubiera querido disputar dos finales de un Mundial.

Monti nació en Argentina en 1901, una época en la que el fútbol, tal y como lo conocemos hoy en día, comenzaba a dar sus primeros pasos. En la década de los años 20, donde todavía reinaba el amateurismo, Monti comenzó a destacar en el San Lorenzo de Almagro, pese a su juego duro. Por ello, fue llamado a la selección argentina y tiene el honor de haber marcado el primer gol del conjunto albiceleste en un Mundial: contra Francia en 1930.

Sin embargo, pocos días más felices tendría nuestro protagonista en los Mundiales. En aquella Copa del Mundo de 1930, la argentina de Monti llegó a la final contra Uruguay. Sin embargo, el día del partido decisivo Monti no era el mismo de siempre. Se le veía muy nervioso y retraído. Además, se le había visto llorar en el vestuario y no era de emoción precisamente. La razón de ello era que los días previos a la final el jugador había sido amenazado con que si ganaba Argentina la familia de Monti y el propio Monti lo sufriría.

Por ello, el siempre bravo y duro Monti se mostró durante el encuentro muy manso y blando. Su compañero Pancho Varallo lo tenía claro: “Si un uruguayo se caía, él lo levantaba. Monti no debió jugar aquella final, estaba muerto de miedo”. Finalmente, Uruguay ganó 4-2 y Monti salvó la vida pero los argentinos lo odiaron para siempre. Los aficionados comenzaron a llamarle maricón, cobarde y demás improperios cada vez que se lo cruzaban.

Por ello, cuando meses después recibió una proposición para que se nacionalizara italiano, y así jugar con la selección trasalpina, no se lo pensó dos veces: aceptó. Sin embargo, el tiempo demostró que no era una casualidad que jugara con los ‘azzurri’. Mussolini estaba obsesionado con que su país ganara el Mundial de 1934 y estaba convencido de que con Monti en su equipo aquello sería más posible.

De hecho, las amenazas que recibió Luis antes de jugar la final del Mundial de 1930 procedían de italianos que querían crear un ambiente de tensión en torno al futbolista para que éste así, con la opinión pública en su contra, aceptara la proposición de jugar para Italia. Los espías Marco Scaglia y Luciano Benti fueron los que llevaron a cabo todo el proceso de intimidación. Incluso, se rumorea que uno de ellos dos dijo las siguientes palabras sobre Monti antes de comenzar la final de 1930: “Dentro de 90 minutos sabremos si tendremos que matarlo a él, a su madre u ofrecerle dinero para que defienda a Italia en el próximo Mundial”.

Ya en el Mundial de 1934, Il Ducce se encargó de amenazar de muerte a todo aquel que pudo, incluidos sus propios jugadores, con tal de que Italia ganara. Así no extrañó que el campeonato fuera bochornoso en cuanto a lo que el arbitraje se refiere. Especialmente en los cuartos de final, donde Italia se medía a España. En dicho encuentro los transalpinos se emplearon con una gran dureza que no fue sancionada por el árbitro. Tal fue el caso que el encuentro acabó en empate (1-1) y España tenía para el replay, que perdió a siete jugadores lesionados.

Incluso los propios italianos reconocieron que no habían jugado limpio. “Menos mal que ganamos. Mejor dicho, ganó Monti. Les pegó a todos, creo que hasta al seleccionador español. El árbitro no vio nada en el gol de Meazza y los españoles le querían matar. Pero eligió: si lo anulaba le mataban los italianos”, indicó Orsi, otro de los argentinos nacionalizado italiano.

En las semifinales, otro bochornante arbitraje propició que los anfitriones derrotaran a Austria y así se plantaran en la gran final contra Checoslovaquia. El día antes de jugar el decisivo encuentro, Mussolini bajó a la zona de vestuarios y les espetó lo siguiente a los jugadores: “Señores, si lo checos son correctos, seremos correctos. Eso ante todo. Pero si nos quieren ganar a prepotentes, el italiano debe de dar el golpe y el adversario caer. Buena suerte para mañana y no se olviden de mi promesa”. Al finalizar su discurso, se llevó las manos al cuello simulado el gesto de un corte.

Ya durante el encuentro, a los italianos se les notaba muy nerviosos. Sabían que en cada balón su vida podía estar en juego y les podía la presión. Al descanso se llegó con 0-0 y Mussolini, fue a hablar directamente con el seleccionador, Vittorio Pozzo: “Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar”.

Tras esto, Pozzo, preso de la desesperación, advirtió a sus jugadores de lo que supondría perder aquella final: “No me importa cómo, pero hoy deben ganar o destruir al adversario. Si perdemos, todos lo pasaremos muy mal”. Durante la segunda mitad, se mascó la tragedia: Pue adelantó a los checoslovacos en el minuto 70, con apenas 20 para reaccionar.

Sin embargo, finalmente Orsi empató el choque y los italianos explotaron de júbilo. En la celebración del tanto, Orsi notó que Monti le estaba dando patadas como un loco y le dijo: “Quieto, Luis, no me pegues más, que no soy un rival. ¡Deja de darme patadas!”. A lo que Monti le respondió: “Es que nos salvaste la vida”. Ya en la prórroga Schiavio marcó el gol definitivo que estableció el 2-1 para Italia. Entonces Monti resopló y supo que podía estar tranquilo. En cuatro años había jugado dos finales amenazado de muerte y había logrado salir vivo de la experiencia.

No sé si Monti de veras jugó blandito en la final del mundial 1930 porque algunos italianos nefastos lo amenazaban a él y a su familia. No sé cómo era, como jugaba y que pensaba del gobierno de Mussolini cuando estuvo en Italia durante los ’30 y durante la guerra. Me pregunto cómo habrá sido su vuelta a Buenos Aires para dirigir al Globo en 1947. ¿Lo menospreciaron por eso los hinchas cuervos? Supongo que no. Tres veces campeón con el CASLA, subcampeón y campeón mundial. Lástima que no le pude preguntar sobre estas cosas a la señora Monti. Seguramente eran muchos los argentinos que se acordaban de su relativamente tímido esfuerzo defensivo en la final del mundial de 1930 contra Uruguay. No sé cómo fue tratado en las canchas argentinas después de la guerra. Un periodo complicado en Argentina, donde hubo mucha gente que tardó en perderle el respeto al “Duce” y su cruel legado totalitario.

¿Monti amaba el fútbol, la lucha y la victoria en el deporte? ¿Amaba más a su propia vida? ¿Para él era más importante ese amor que cualquier otra persona, cualquier consideración política, bandera, patria, cualquier club? ¿Qué le trajo tal amor, si es que fue así?

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FABIÁN:

Querido Viggo: mi papá quedó Groggy después del partido del Casla con Unión. A mí me produjo un gran fastidio cómo se desarrolló el juego, un partido chirle y previsible en un domingo de calor, pesado, que terminó casi cuando empezaba a oscurecer en Buenos aires y que me dejó una sensación fea en la garganta. Después tuve que ir a presentar un libro en un bar de San Telmo y, la verdad, no estuve a la altura de las circunstancias porque tenía ese envenenamiento tan propio del hincha fanático. Me gustaría que no me pasara esto, pero no logro darlo vuelta, cuando el CASLA pierde jugando a nada me liquida el ánimo. Tengo amigos que son hinchas intensos pero que, una vez se termina el partido, se pueden abstraer del resultado. A mí me cuesta mucho. Le pregunté a mi viejo por Monti y se le iluminó la cara a la vez que me decía “Doble ancho!”, que era el sobrenombre que le habían puesto por su contextura física.

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(Monti.)

Me dijo que era un crack, y cuando le pregunté si lo habían hostigado por venir a dirigir a Huracán me dijo que no, que esos eran buenos tiempos y que nadie se pasaba de rosca por una cosa así. “El Bambino también jugó en Huracán y no pasó nada, son nuestros primos”, me dijo. Ojalá podamos retomar el rumbo de los buenos resultados. Anoche le decía a mi hermano que se acordara del siete a uno en contra con Boca en nuestra cancha, y de cómo dimos vuelta esa pesadilla ganando el campeonato siguiente y después con el 8M, el día que con los goles del genial Bergessio dividimos la historia de River en un antes y después de ese partido.

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VIGGO:

Hola Fabián,

Bergessio jugó como un poseído, un demonio ese día en la cancha de River. Tremenda remontada de San Lorenzo. Creo que te conté una vez que vi ese partido en un bar de hinchas de River en Los Ángeles llamado “Santino’s”, nombrado por el hijo del dueño. Sirven vino argentino, cerveza Quilmes, empanadas, provoleta, buena carne, chorizo y un poco de tapas españolas. No pude evitar cierto entusiasmo cuando Bergessio se puso las espuelas y metió el primer gol. “Andá, gritalo boludo”, me digo el dueño. Yo tenía puesta una remera del CASLA y trajimos una bandera bastante grande que usamos discretamente como mantel, sobre el cual se habían colocado unas empanadas y una botella de vino. Estaba con uno de mis hermanos y mi hijo. Ya teníamos relación con el dueño y su familia. Cuando vivía en Venice, California, solía ver partidos argentinos con ellos, hablar del fútbol y de lo que pasaba en Argentina en general. Muchas veces había parado ahí para comerme un choripán y tomarme un vinito. Cuando metió el segundo gol el toro cordobés, me baile el boliche entero. Una maravilla. Las gallinas lo tomaron sorprendentemente bien. Al acabar el épico partido, me quité la remera y se la firmé al hijo, a Santino, poniendo la fecha y el resultado. La enmarcaron y la colgaron en el sitio. El año siguiente se quemó ese establecimiento. Lo han vuelto a construir, me dicen, pero como hace rato que voy a California, no lo he visto. Supongo que la remera se quemó, y que no la echan de menos.

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(detalle de la remera enmarcada en “Santino’s” antes del incendio.)

Lo del 1-7 contra Boca fue una ocasión mucho menos alegre, por supuesto. Estaba en Madrid para promocionar la película “Alatriste”, y esa noche me iba a un bar argentino para ver el clásico. Llevaba puesta la remera “Astori”  del Beto Acosta, dos banderas, una sonrisa, y los nervios de siempre. El director de la película, Agustín “Tano” Díaz Yanes, una gran persona y un buen amigo, me llamó justo cuando estaba a punto de irme al bar. “Viggo, si quieres ven a casa a cenar conmigo y con Minuca (su mujer)”. “Gracias, Tano, pero tengo que ver el partido de San Lorenzo y voy a un bar donde lo ponen en la t.v.”  “Nosotros tenemos Canal Plus, ahí lo ponen seguro.  Además nunca vi un partido de San Lorenzo. Como sabes soy hincha del Atlético de Madrid, y por ese equipo han pasado grandes jugadores de San Lorenzo como el Cacho Heredia y el Ratón Ayala. Ven a ver el partido con nosotros si te apetece.” Por ahí sería interesante ver el partido con argentinos, pensé — aunque fueran todos bosteros (bueno, especialmente si fueran bosteros porque les ibamos a ganar en nuestra cancha) — pero acepté la generosidad de mi amigo. Fui a comprar dos botellas de vino tinto y después una caja de alfajores de un kioskito argentino cerca de la Puerta del Sol. No recuerdo si había partido del Real Madrid ese día — creo que no — pero unos hinchas merengues tipo “skin-head” me empezaron a gritar insultos cuando yo iba por la calle buscando un taxi para ir a la casa de Tano. “Culé de mierda, vuelve a tu puto país, catalán asqueroso” y cosas por el estilo. Obviamente pensaban que yo iba con remera del Barça. Paré un segundo y dije “Esto es San Lorenzo, pelotudo. No es Barcelona. A mí me gusta el Madrid.” Ni caso. “Sudaca de mierda” (por mi acento) y no sé qué más, y empezaron a patearme. Yo me defendí con la bolsa de botellas de vino. Le rompí una botella en la cabeza a uno, y los otros se quedaron mudos un segundito. Me fui corriendo y por suerte agarré un taxi antes de que me pudieran alcanzar los nazis esos. Por suerte la otra botella estaba intacta. Llegué al departamento de Tano y Minuca, les conté porque estaba manchado de vino y un poco loco al llegar. “No pasa nada. Son idiotas, Viggo. Me alegro que no te hayan hecho daño y que hayas venido. Después de ver como colgabas la bandera de tu equipo todos los días de nuestro rodaje, va a ser divertido verlo jugar al San Lorenzo contigo. Ven a comer que tenemos un poco para picar, que ya va a empezar el partido.” “Bueno, esto sí que va a ser bueno, Tano. Te va a encantar nuestra manera de jugar contra Boca.” Con su permiso coloqué las banderas en cada extremo del cuarto y rápidamente, mientras salían los equipos a la cancha, les conté un poco sobre sobre el historial, la paternidad indiscutible con respecto a Boca Juniors, el miedo que nos tenían, lo grande que es nuestra hinchada — especialmente en casa para un partido como este — las canciones, todo. Tano tiene una pantalla bastante grande, perfecta para ver bien un partido importante. Nunca lo he pasado peor en mi vida. Ahí sentado en el sillón con ellos, sin ganas de comer, tomando el vino y la cerveza…   Una vergüenza total. No tenía palabras. Me fui en silencio, después de murmurar las gracias y alguna disculpa por el juego tan inútil del Ciclón. Ellos, siempre amables, dijeron “No importa Viggo. Hemos visto como seguían cantando hasta el final los hinchas. Seguro que ganan el próximo partido.”

Caminé durante horas, entrando y saliendo de bares que encontraba, hasta llegar a mi hotel totalmente fundido. El día siguiente me tocó hacer una entrevista en la televisión, un canal nacional de cierta importancia. Me puse un traje y la corbata que me había regalado tu viejo, la que tiene escuditos del CASLA en toda su superficie. El periodista, en vivo, después de hablar un poco de la película me dijo “Anoche hubo un partido importante en Buenos Aires. Creo que jugaba tu equipo…” Pensé en matarlo directamente, pero me controlé. Estaba listo, y tenía la corbata. Le dije tranquilamente que teníamos la costumbre de aguantar bien estas cosas porque somos grandes, como el mismísimo ‘Diego Alatriste y Tenorio’, un personaje que sabía perder y ganar con dignidad, y que ya le daríamos vuelta a la situación. Y, como decís, eso hicimos. Campeones del torneo Clausura el año siguiente, incluyendo una muy grata victoria contra los bosteros en la bombonera por 3-0.

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(con Tano en Úbeda durante el rodaje de “Alatriste”.)

La semana pasada vinieron representantes de la peña sanlorencista de Madrid al teatro, unos cuervos muy simpáticos y generosos. Como te conté, me dieron esas fotos históricas, junto con un banderín antiguo del CASLA y el libro A SUS PLANTAS RENDIDO UN LEÓN (1986) del gran hincha cuervo Osvaldo Soriano. Es un cuento bastante extraño, con un humor negro típico de su autor, una especie de sátira parecida en tono a EL OJO DE LA PATRIA, la novela de Soriano que fue publicada en 1992. Seguro que conocés esos libros.

(con miembros de la peña “Osvaldo Soriano” en El Matadero)

En A SUS PLANTAS RENDIDO UN LEÓN hay un funcionario llamado Bertoldi que se hace consulado argentino cuando el embajador verdadero desaparece de un sufrido (y ficticio) país africano llamado Bonwutsi en 1982, durante la Guerra de las Malvinas. Bonwutsi había sido una colonia británica. El argentino, un hombre un poco desesperado, empieza a pelearse con el embajador de Inglaterra después de recibir una carta del inglés en la que se queja con respecto a la violación territorial del Reino Unido encargada por Galtieri y la Junta Militar. Sintiéndose insultado como argentino, Bertoldi se pregunta lo que haría el general San Martín en su lugar. Lo que no sabe el embajador inglés es que su mujer ha tenido una relación medianamente apasionada con Bertoldi. El argentino va al ataque, planeando, entre otras cosas, robar la bandera de la embajada británica y remplazarla con la argentina. El patriota argentino se encuentra con un poco de todo en este cuento — revolucionarios africanos, marxistas europeos, palizas absurdas, y, una y otra vez, con su propia estupidez. Un papel para Sacha Baron Cohen (el de la comedia “BORAT”) o un joven Peter Sellers si se hubiera hecho una película norteamericana de alto presupuesto de esta novela.

(Osvaldo Soriano, sin gato)

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FABIÁN:

Dear V: al final agarró Madelón. Quiero decir esto: estoy recibiendo mucha correspondencia de amigos cuervos que están preocupados, todos con el síndrome River en la boca. Pero yo tengo fe en que vamos a revertir este momento. Por eso me gusta que Carol Madelón haya agarrado el comando del CASLA. Él fue uno de los Camboyanos y me parece que este torneo, la situación del CASLA en los promedios, no es (parafraseando al genial Cormack McCarthy) un momento para débiles. No se ve mucho fútbol bueno. Boca no juega a nada e igual le sirve para estar tranquilo en la punta. Racing, la oposición, se hunde en sus contradicciones internas y en el bocazas de Teo Gutiérrez.

(garra de Madelón)

Los Camboyanos fueron un equipo que tenía una consigna genial que se la acreditan al marcador de punta derecha, Luís Malvárez: “somos los camboyanos, estamos solos y no damos nada por perdido”. Parece que esta frase, este haiku letal, lo pronuncio nuestro defensor mientras se cambiaban en el vestuario, llenos de barro por la manera en que había jugado dando hasta lo último para dar vuelta un partido increíble contra Independiente. Me gusta esta frase porque me hace acordar a esa otra que decían los samurais cuando comenzaban el día: “me levanto y ya estoy muerto, todo lo demás viene de arriba”.

(los Camboyanos)

Qué hermosos nombres los de los Camboyanos: Giunta, García, Sivinski, Cousillas, Ortega, Perazzo… Cuando los pronuncio me hacen acordar a esos apellidos extraordinarios que son los primeros que escuchamos en nuestra vida, la de nuestros compañeros de primaria: Bustamante, Buono, Teijo, Zuloaga, Moreau y tantos más. Digo estos apellidos y, al igual que lo que le pasa a Proust cuando prueba la Magdalena, se me aparece todo Boedo en los años setenta, esas tardes de humo de la infancia y esas largas caminatas hacia el Gasómetro, por Boedo, Chiclana, Avenida La Plata…con los amigos…los olímpicos de Boedo…algo que no se volvió a ver.

“… En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el por qué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té …”

(Marcel Proust, En busca del tiempo perdido: Por el camino de Swann)

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VIGGO:

¡Gracias siempre por tu pasión, hermano cuervo! Los Camboyanos, una verdadera leyenda del aguante y el coraje, la dignidad en todo momento. Como ahora, el CASLA pasaba por un momento económico y anímico durísimo, y Los Camboyanos supieron poner huevo y devolverle el orgullo y la alegría a la hinchada. Estoy de acuerdo con lo que decís de Madelón, uno de los bravísimos jugadores del San Lorenzo de esa época. En la página web de espndeportes pusieron la rueda de prensa donde lo presentaron como nuestro nuevo técnico. Pongo el enlace abajo. Dice cosas muy inteligentes sobre San Lorenzo y su gran tradición, sobre los campeones que hay en el equipo actual, sobre el fútbol y sobre su manera de pensar. Buenísimo. También vienen con este enlace las nuevas broncas del grandísimo Nene Sanfilippo. Espero que él pueda darse cuenta en algún momento que los cuervos lo admiran a pesar de sus frecuentes comentarios hostiles con respecto al club, sus antiguos compañeros y otros importantes jugadores y técnicos del CASLA. No lo van a tener en cuenta en la institución, por mucho que pueda aportarles a los juveniles con su gran conocimiento acerca de cómo hay que manejarse atacando al arco contrario. Un gran goleador, pero un peligro con la boca. Yo lo respeto, y me parece bien que uno diga lo que tiene en el corazón en todo momento – pero hay que respetar a los compañeros, y hay que tener la valentía y la grandeza para pedir disculpas cuando queda claro que uno se ha equivocado u ofendido sin motivo. Le deseo, como siempre, paz y mucho amor. Ahí va:

http://espndeportes.espn.go.com/news/story?id=1422770&s=arg&type=story

(el Nene, nuestro gran goleador)

Al final solamente hemos hablado un poco del amor que compartimos por San Lorenzo. Podemos seguir en la próxima charla si te parece, a ver dónde nos lleva ese tema tan grande. Hasta entonces, termino con un par de citas sobre el amor:

“El amor es una filosofía de vida, no una etapa de enamoramiento.”

—Walt Disney

“El amor es la fuerza más humilde, pero la más poderosa de que dispone el ser humano.”

—Mahatma Gandhi

(Mahatma Gandhi)